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Depresión

¿Qué es?

La depresión no es simplemente “estar triste”: es un trastorno del estado de ánimo que altera profundamente cómo pensamos, sentimos y vivimos el día a día. Se caracteriza por una combinación de síntomas que duran al menos dos semanas y afectan de forma significativa tu capacidad para trabajar, relacionarte o disfrutar de las cosas que antes te llenaban.

Entre las señales más comunes están:

  • Tristeza o vacío persistente, sin una causa concreta.
  • Pérdida de interés o placer por actividades habituales (anhedonia).
  • Fatiga intensa, sensación de falta de energía.
  • Dificultad para concentrarse, tomar decisiones o recordar cosas.
  • Cambios en el apetito o el sueño (insomnio o dormir demasiado).

La depresión puede presentarse en prácticamente cualquier persona, sin importar su edad, género o condición social. Sin embargo, hay ciertos grupos que presentan un riesgo mayor:

  • Mujeres – Su prevalencia es casi el doble que en hombres, en parte por factores hormonales (embarazo, menopausia) y psicosociales.
  • Jóvenes y adolescentes – La adolescencia es un período de cambios físicos y emocionales que puede desencadenar cuadros depresivos, sobre todo si hay acoso escolar o aislamiento social. • Mayores de 65 años – La pérdida de seres queridos, enfermedades crónicas y la soledad aumentan su vulnerabilidad.
  • Personas con enfermedades crónicas – Dolor crónico, diabetes, enfermedades cardiovasculares o cáncer pueden disparar la depresión hasta en un 25–30 % de los casos.
  • Quienes han sufrido estrés extremo o trauma – Situaciones como violencia, abuso, desastres naturales o emergencias sanitarias (p. e., pandemia) elevan notablemente el riesgo.
  • Individuos con antecedentes familiares – Tener un familiar de primer grado con depresión multiplica por 2–3 la probabilidad de desarrollarla.
  • Entornos de baja renta o desempleo – Las dificultades económicas, la inseguridad laboral y la falta de red de apoyo favorecen la aparición de síntomas depresivos.

En datos globales, la depresión afecta a más de 280 millones de personas en el mundo, y en España se estima que alrededor del 5 % de los adultos la padecen cada año.

La depresión no tiene una causa concreta, sino de la interacción de varios ámbitos de tu vida. Podemos agrupar sus causas en tres bloques principales:

1. Factores biológicos

  • Genética: si tienes familiares de primer grado que han pasado por episodios depresivos, tu vulnerabilidad es mayor.
  • Neuroquímica: desequilibrios en serotonina, noradrenalina o dopamina alteran la comunicación entre neuronas y dificultan la regulación emocional.
  • Hormonas: el cortisol (la “hormona del estrés”) se dispara ante situaciones mantenidas de tensión, afectando al hipocampo y a tu capacidad para procesar emociones.
  • Inflamación y sistema inmune: procesos inflamatorios crónicos pueden influir en circuitos cerebrales ligados al ánimo.

2. Factores psicológicos

  • Estilos de pensamiento: el rumiar en bucle sobre errores pasados o la visión excesivamente negativa de uno mismo (baja autoestima) son caldo de cultivo.
  • Rasgos de personalidad: perfeccionismo, alta sensibilidad al rechazo o tendencia al autoaislamiento aumentan el riesgo.
  • Experiencias adversas tempranas: abuso, negligencia o pérdidas significativas durante la infancia modelan la forma en que afrontas el estrés adulto.

3. Factores sociales y ambientales

  • Estrés crónico: presiones laborales, dificultades económicas o conflictos familiares desgastan tu capacidad de resiliencia.
  • Pérdidas y duelos: la muerte de un ser querido, rupturas o desempleo pueden actuar como detonantes.
  • Soledad y aislamiento: la falta de red de apoyo impide compartir las cargas emocionales.
  • Cambios de vida drásticos: mudanzas, separación de pareja, transición a la universidad o jubilación son transiciones con alto potencial estresor.

Detrás de todo esto suele haber un modelo “diátesis-estrés”: tú cargas con una predisposición (genética o de personalidad) y un evento o acumulación de factores actúa como chispa que enciende el episodio depresivo. Cada persona combina estos elementos de manera distinta, por eso dos personas expuestas al mismo suceso no reaccionan igual.

Los síntomas más frecuentes de la depresión son:

  • Estado de ánimo bajo: tristeza, vacío o desesperanza.
  • Pérdida de interés o placer en actividades que antes gustaban.
  • Fatiga o cansancio constante, falta de energía.
  • Alteraciones del sueño: insomnio o dormir más de lo habitual.
  • Cambios en el apetito o el peso: comer mucho menos o más de lo normal.
  • Dificultad para concentrarse, pensar con claridad o tomar decisiones.
  • Sentimientos de culpa, inutilidad o baja autoestima.
  • Irritabilidad, agitación o impaciencia.
  • Pensamientos negativos recurrentes, incluso sobre la muerte o el suicidio.

Estos síntomas suelen mantenerse la mayor parte del día, casi todos los días, y dificultan las actividades cotidianas. Si tú o alguien cercano presenta varios de ellos durante más de dos semanas, es importante buscar ayuda profesional.

El tratamiento de la depresión no es unicamente farmacologico, encontramos varias estrategias para abordarlo, todas deberán estar supervisadas por un profesional sanitario.

1. Medicamentos antidepresivos

  • Inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (p. ej. fluoxetina, sertralina).
  • Inhibidores de la recaptación de serotonina y noradrenalina (p.ej. duloxetina, venlafaxina).
  • Antidepresivos atípicos (p.ej. bupropión, mirtazapina).
  • Tricíclicos y MAOIs (p.ej. imipramina, fenelzina) en casos seleccionados.
  • Esketamina intranasal (Spravato®): derivado de la ketamina indicado para pacientes con depresión resistente tras al menos dos fármacos fallidos. Se administra con spray nasal en un entorno clínico, produce alivio rápido y requiere supervisión y observación breve después de cada dosis.

2. Psicoterapia

  • Terapia cognitivo-conductual: modifica pensamientos y conductas que perpetúan la depresión.
  • Terapia interpersonal: mejora la comunicación y las relaciones sociales.
  • Otros enfoques (psicodinámico, de apoyo) adaptados a cada persona.

3. Estilo de vida y terapias complementarias

  • Ejercicio regular (30–60 min, 3–5 veces/semana): mejora el ánimo.
  • Técnicas de relajación y meditación: reducen el estrés.
  • Dieta equilibrada y buen descanso: mantienen energía y estabilidad emocional.
  • Hierba de San Juan: útil en casos leves, siempre con supervisión médica.

4. Tratamientos especiales

  • Terapia electroconvulsiva (TEC): muy eficaz en depresiones graves o resistentes; se aplica bajo anestesia y relajación muscular controlada.
  • Medicación adyuvante (estabilizadores del ánimo, antipsicóticos): se añaden a los antidepresivos para mejorar la respuesta en depresiones resistentes.
  • Grupos de apoyo y autoayuda: refuerzan la adherencia al plan terapéutico y reducen el sentimiento de soledad.

Trastornos de salud mental

La enfermedad depresiva en el paciente pediatrico y adolescente tiene una serie de caracteristicas, recuerde siempre consultar con su médico o farmacéutico ante cualquier duda.

Psicoterapia como primera opción:

  • Terapia cognitivo-conductual adaptada a su edad
  • Terapia familiar o interpersonal para mejorar el apoyo

Precauciones con la medicación:

  • Solo fluoxetina (desde 8 años) y sertralina (desde 6 años) están autorizadas
  • Empezar con dosis muy bajas y subir despacio
  • Control estrecho las primeras 6–8 semanas: atención a cambios de ánimo o ideas de autolesión

Implicación de familia y escuela

  • Informar a padres y profesores sobre señales de alerta
  • Fomentar rutinas de sueño, ejercicio ligero y comidas regulares
  • Mantener diálogo abierto sobre sentimientos y preocupaciones

Seguimiento y derivación

  • Revisiones cada 2–4 semanas al iniciar tratamiento
  • Derivar a salud mental infanto-juvenil si no hay mejoría en 4–6 semanas
  • Planificar duración mínima de 6–12 meses tras la mejoría antes de plantear retirada

Medicamentos relacionados

La lista de medicamentos no es exhaustiva y está en constante actualización.

Fecha de actualización: 28/06/2025
Autoría y revisión: FARMACIA NEUROPSIQUIATRICA